Enzimas

Las Vitales Enzimas 

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Las enzimas son moléculas esenciales que son utilizadas por nuestro organismo para infinidad de procesos de la química corporal, por ejemplo, para la digestión en degradar o sintetizar elementos, en los procesos de coagulación, en los procesos metabólicos para generar energía, etc. 
Son catalizadores de estos procesos químicos, es decir, intervienen entre una reacción y otra, estimulando o permitiendo que se realice dicha función. Aceleran, disminuyen o detienen procesos, unen o separan cosas.
Están formadas por cadenas de aminoácidos (proteínas), y hay más de 3000 especies distintas de enzimas, y se siguen descubriendo más.
Cada alimento en su estado natural contiene sus propias enzimas y también nuestro cuerpo puede generarlas.
Dependen de las coenzimas para que puedan activarse, ambas se forman en base a vitaminas (B, C) y minerales (cinc, magnesio, selenio, níquel).
Las enzimas deben ser generadas por nuestro organismo constantemente (sino son incorporadas con los alimentos), ya que algunas al utilizarse se destruyen y otras pueden reutilizarse.
Como dato extraordinario, las enzimas no pueden crearse artificialmente, hasta la fecha no se pueden generar enzimas de manera sintética a partir de sus componentes, proteínas o aminoácidos. Solo es posible obtenerla de organismos vivos.

Hay varios grupos de enzimas, pero las más importantes que intervienen en la nutrición son las "hidrolíticas", siendo estas...:
Enzimas digestivas: elaborados por órganos digestivos para ayudar en la digestión del alimento. 
Enzimas alimenticias: presente en todos los alimentos crudos, sin cocinar. 
Enzimas metabólicas: elaboradas en todas las células para desarrollar sus propias funciones fisiológicas.
Dentro de las enzimas digestivas tenemos, entre otros, a 4 grandes grupos: amilasas (degrada almidones en azúcares simples), celulasas (descompone la fibra vegetal), lipasas (degrada grasas y aceites en ácidos grasos) y proteasas (degrada la proteína en aminoácidos). 
Todos los alimentos crudos y sin cocinar contienen el tipo y la cantidad de enzimas necesarias para su degradación.
Todas las enzimas, excepto la celulasa, las puede producir el organismo. Esta viene con la fibra de los vegetales, que se libera durante la masticación, y debe incorporarse con el alimento,  si esto no se realiza, se genera hinchazón abdominal debido a no poder realizarse correctamente la digestión (se observa mucho en personas mayores).
La extracción de jugos elimina la celulasa, por ello es conveniente realizar un licuado.

El calor:


El calor, independientemente del origen: fuego directo, horno, microondas, vapor, hervido, etc, es el principal enemigo de las enzimas. 
Estas comienzan a destruirse tan solo con 15 minutos de exposición al calor y a partir de los 50ºC.
En estado natural todos los alimentos tienen sus propias enzimas capaces de realizar el proceso pre-digestivo. 
El ser humano, con sus casi 5 millones de años de evolución, se desarrolló consumiendo alimentos crudos, aportándole  sus propias enzimas.
Con el descubrimiento del fuego, hace aprox. 300.000 años obligó al organismo a generar las enzimas necesarias para poder llevar adelante el proceso digestivo de los alimentos cocinados, para que puedan ser asimilados.
Esto le implica al organismo un desgaste energético innecesario al que no estaba acostumbrado, y que aún hoy se sigue manteniendo.
Esto no significa "normalidad", significa "adaptación". 

"Como enunciara el Dr. Edward Howell, la carencia enzimática del alimento cocinado, obliga al organismo a distraer enzimas metabólicas para completar el proceso digestivo. A largo andar, esta demanda produce agotamiento y anula o disminuye funciones fisiológicas, como la inmunología y la depuración.
Éste afirma que la longevidad es proporcional a la disponibilidad de enzimas metabólicas. "Comer crudo incrementa la longevidad y la salud, comer cocido la reduce."
Además demostró que el ayuno, debido a la ausencia de alimento cocinado y falta de demanda de enzimas digestivas, produce un incremento de enzimas en el organismo, que pueden ser utilizadas para la reparación y curación del cuerpo.
Howell afirma que lo que llamamos fuerza vital, energía metabólica, etc, es sinónimo de  actividad y reserva enzimática. 

Según el Dr. Howard Loomis (Enzymes: The Key to Health, Vol. 1 - The Fundamentals, Grote Publishing, Madison, WI, 1999). Uno de los expertos contemporáneos más capacitados en enzimas, indica que las señales y síntomas típicos de la deficiencia enzimática son los siguientes: 
- Problemas para digerir los carbohidratos; se puede experimentar alergias, diarrea, fibromialgia, déficit de atención (DDA). 
- Problemas para digerir las grasas; se puede experimentar constipación, problemas de vesícula, enfermedades cardiovasculares o desequilibrios hormonales. 
- Problemas para digerir proteínas; se puede experimentar constipación, artritis u otras condiciones inflamatorias, ansiedad o ataques de pánico, síndrome premenstrual o desórdenes del sistema inmune. 
- Problemas para degradar la fibra; se puede experimentar constipación, eczemas u otros problemas dermatológicos, infestaciones de hongos o levaduras recurrentes o aumento excesivo de peso

La acción enzimática:


Como comentamos al principio, las enzimas actúan como catalizadores de múltiples operaciones orgánicas, cómo chispas que aceleran, detienen o enlentecen diferentes procesos.
Por ejemplo, las fermentaciones de todo tipo, quesos, vinos, cervezas, etc, son realizadas gracias a las enzimas. Las frutas fermentan, los alimentos se pudren.
Los inhibidores enzimáticos o conservantes, evitan estos procesos naturales, por eso los alimentos envasados no sufren alteraciones, (pero ejercen el mismo efecto en el tracto intestinal).

Dentro de las células, y mediante distintos procesos, generan la energía que nos permite, digerir alimentos, realizar el peristaltismo, que el corazón bombee sangre, que los músculos puedan trabajar, que mantengamos una cierta temperatura, que podamos movernos, pensar, etc.
Es decir, entre miles de diferentes funciones, se genera la energía necesaria para realizar todas las actividades de necesita un organismo vivo.

En la fecundación, una enzima presente en el esperma (la acrosina) disuelve un trozo de óvulo para que puedan fertilizarlo, luego inhibidores enzimáticos lo sellan para que no ingresen otros espermas.
Hay enzimas altamente especializadas (ADN polimerasa) que permiten preservar el material genético.

En las arterias hay más de 100 enzimas diferentes, una de ellas divide 5 millones de moléculas por minuto, otras limpian desechos y evitan la formación de placa. Cuando el cuerpo tiene carencias de dichas enzimas, se genera la formación de placa arterial. (Es obvio que a mayor presencia de placa, el corazón debe incrementar la presión de empuje (hipertensión) y por tanto el volumen del músculo cardíaco (hipertrofia ventricular)).

Cada célula hepática tiene unas 50 enzimas distintas que realizan su trabajo un millón de veces por segundo. En apenas un minuto, una enzima puede tomar parte en 36 millones de reacciones bioquímicas. Las enzimas intestinales pueden dividir moléculas de azúcar y grasa, hasta un millón de veces su peso.
Si falta una sola de estas enzimas en sangre, por ingerirse comida cocida, de algún lugar el organismo debe obtener enzimas para digerirla. Es aquí cuando las enzimas metabólicas se transfieren de su función normal (especialmente del sistema inmune), para ocupar el rol digestivo, dejando el cuerpo carente y expuesto a una futura enfermedad. 

El agotamiento enzimático


En 1940 el Dr. Edward Howell (“Food Enzymes for Health and Longevity” y “Enzyme Nutrition”. (Enzimas alimentarias para salud y longevidad y Nutrición con enzimas)  planteó algo revolucionario: la enfermedad crónico-degenerativa es el resultado de una deficiencia enzimática severa. Otro gran aporte de Howell fue descubrir que el organismo posee una capacidad enzimática limitada. Que cada alimento en su estado original (crudo), tiene las enzimas necesarias para su metabolización y que la cocción las destruye.
Por lo tanto, las enzimas digestivas deben producirse de manera endógena en el páncreas, intestino, saliva, estómago, y esto provoca un drenaje y agotamiento crónico de los órganos en perjuicio de la producción de enzimas metabólicas que regulan funciones corporales. Esto ocasiona envejecimiento prematuro y enfermedades.

El Dr. Howell hizo notar que cualquier órgano o glándula que trabaja más de lo necesario se hará más grande generando hipertrofia.
Observó que el páncreas en humanos es dos o tres veces más grandes en relación a otros mamíferos, atribuyéndolo al consumo de cocidos. 
(Humano de 60kg, páncreas de 90g; oveja de 38kg, páncreas de 18g; caballo de 545kg, páncreas de 330g)
Estudios post mortem llevados a cabo en 1933 por el Ministerio de Salud Pública de Filipinas sobre 768 individuos de una comunidad alimentada en base a 3 raciones diarias de arroz cocido, mostró páncreas entre un 25 a un 50% más grandes que en individuos normales. Dicha hipertrofia marcaba una condición patológica, frente a la sobrecarga en la producción de amilasas, enzimas necesarias para la digestión de los almidones. Otro estudio, esta vez sobre ratones nutridos con alimento cocido en la Universidad de Minnesota (EEUU), mostraba un incremento del 20 al 30% tanto en el desarrollo del páncreas como de las glándulas salivares. Al retornar a una alimentación cruda, estos valores volvían a la normalidad.

Enzimas y digestión


Cuando se realiza la digestión es cuando se necesitan la mayor cantidad de enzimas en el organismo.
Cada enzima está especializada en trabajar sobre un tipo de nutriente, en determinadas condiciones de acidez y temperatura, por lo tanto, los carbohidratos se dividen en ácidos grasos, las proteínas en aminoácidos, los almidones en azúcares simples. 
(Las enzimas se nombran según el sustrato dónde trabaja, más el sufijo "asa", por ej: la lactasa opera sobre la lactosa o el azúcar de la leche).

Si no están dadas las condiciones para el desdoblamiento del nutriente, se generan dos problemas en la digestión: los nutrientes no se asimilan correctamente (hay carencia nutricional) y por otro lado, el material mal digerido genera fermentación y putrefacción (efecto tóxico) y efecto antigénico (alergias).
En estos últimos casos la actividad de fermentos y bacterias generan subproductos tóxicos (indol, escatol, fenol, etc) que pasan a la sangre y sobrecargan los emuntorios con trabajo extra.

En otro caso, si las partículas mal desdobladas, pasan a la sangre debido a la mucosa permeable, son consideradas como antígenos por el sistema inmune, desarrollando una respuesta inmunológica, y llegando a agotarlo.
La presencia de antígenos dietéticos en la sangre, da lugar a la formación de complejos inmunes, que se depositan en los tejidos generando inflamación crónica, el cual da lugar a crecimiento tumoral (neoplasia).
Estos aspectos han sido relacionados con gran cantidad de patologías, las cuales reaccionan positivamente al suministro terapéutico de enzimas. Las mismas enzimas que son destruidas en el proceso de cocción.

El proceso digestivo:

El proceso digestivo, por medio de enzimas, comienza en la boca con la presencia de dos enzimas importantes, la amilasa salivar y la lisozima. La primera inicia la digestión de los almidones y la otra rompe paredes celulares de bacterias patógenas evitando que contaminen el tracto digestivo. Por ello, la importancia de la correcta masticación como mecanismo defensivo.

La masticación genera el medio óptimo para el trabajo de las amilasas: temperatura (evitar los extremos de temperatura) y ambiente alcalino (la saliva de los humanos es alcalina, al contrario de los animales carnívoros, que es ácida).
Por ello entendemos las recomendaciones de evitar mezclar almidones con bebidas ácidas (cítricos o gaseosas) o alimentos ácidos (carnes), ya que la acidez inhibe la acción de las enzimas amilasa generando mala digestión y produciendo fermentación y dispepsias.
El proceso de cocción de los almidones elimina la enzima amilasa, que naturalmente tiene el alimento vivo, requiriendo enzimas endógenas o de producción interna del organismo.

Luego el bolo alimenticio llega insalivado a la parte superior del estómago (cardias), donde continúa la digestión de los carbohidratos por medio de dichas enzimas.
Ya en la cavidad principal del estómago se secreta ácido clorhídrico y conjuntamente la enzima peptidasa, inhibiendo la amilasa, y generando un ambiente ácido necesario para la digestión de las proteínas.
En el estómago también se secretan lipasas capaces de degradar a grasa, pero se inhiben por el ambiente ácido.

Con respecto a las grasas, existe diferencia entre la cruda y cocida.
Sabemos que todo lo cocido está exento de enzimas. Pero las grasa crudas (semillas, aceites prensados en frío), mantienen sus enzimas lipasas y que realizan la predigestión desde la boca hasta el estómago, donde allí se inhiben por efecto de la acidez. Luego en el intestino delgado continúa la digestión por medio de la reactivación de enzimas en un ambiente alcalino gracias a la secreción biliar.

Debido al consumo de demasiada grasa cocida (alimentos, aceites refinados, etc), es decir, sin enzima lipasa, estos procesos no son eficientemente realizados desde el comienzo, debiéndose realizar todo el proceso en el intestino y dependiendo de la correcta secreción de bilis para generar un ambiente alcalino. 
Personas que tengan alto consumo de alimento cocido evidencian un hígado sobrecargado de cálculos (además de grasa hepática), que impiden una correcta  secreción biliar, que está muy disminuida, y donde no se genera el ambiente necesario para el trabajo de las enzimas.
Esto permite entender el porqué de problemas circulatorio u obesidad y la carencia de enzima lipasa.

El tipo de alimento ingerido determina el tipo de pH (acidez-alcalinidad) que primará en el estómago.
El consumo proteico (vía acidez gástrica) evitará la correcta digestión de grasas y azúcares. Estas seguirán su proceso en el intestino, en ambiente alcalino, gracias a enzimas pancreáticas y flujo biliar.
Para una correcta digestión proteica se debe evitar la ingesta de líquido que diluye la acidez necesaria, y los azúcares que alcalinizan el medio.

Estudios en Filadelfia (EEUU), demostraron que el estómago regula el grado de secreción gástrica en función al alimento ingerido. 
Si ingerimos solo proteínas la acides es de  (1,6-2,4 de pH) que permite su competa digestión. Si consumimos solo hidratos, la acidez baja, impidiendo que se inhiban las amilasas y continúen su digestión. 
El problema es la combinación de alimentos, en el cual el pH es demasiado alto para los carbohidratos inhibiendo la amilasa, y bajo para las proteínas inhibiendo las proteasas.
Por lo tanto la recomendación es no incluir grandes cantidades de carbohidratos y proteínas en la misma comida.

Esto no quiere decir que no puedan mezclarse alimentos de distinto tipo. En primer lugar no existen alimentos “puros”, ya que la mayoría es una combinación de macronutrientes (azúcares, proteínas y grasas), aunque en distintas proporciones. En segundo lugar, no todos los macronutrientes son iguales; a nivel digestivo no es igual el azúcar blanco, que el almidón o la fructosa de la fruta. En tercer lugar, no es lo mismo contar con la enzima original constituyente del alimento crudo, que depender enteramente del aporte enzimático de nuestras glándulas corporales, a causa de la destrucción enzimática provocada por la cocción.
Esta combinación de variables hace muy difícil establecer principios absolutos. Además influye la potencia enzimática individual: mientras un anciano tendrá dificultades con alimentos simples, un adolescente podrá decir que “digiere” bien una hamburguesa con gaseosa; pero éste no será consciente de la incompleta degradación de su alimento ni de la consecuente intoxicación que gradualmente invade su organismo.

Retomando el recorrido del bolo alimentario, tras algunas horas en el estómago, llega al inicio del intestino delgado (duodeno) para recibir la secreción hepática (bilis), pancreática y de las vellosidades intestinales. Allí se completa el desdoblamiento de los carbohidratos a través de disacaridasas (sucrasa, maltasa, lactasa), de los aminoácidos por medio de las proteasas pancreáticas y las peptidasas intestinales, y de los ácidos grasos por vía de las lipasas pancreáticas. Todo ello en un medio alcalinizado gracias a la secreción biliar, que neutraliza la acidez que había adquirido el bolo a su paso por el estómago. 

Enzimas y asimilación


Como hemos visto, uno de los problemas de la carencia enzimática es la mala digestión que se realiza.

Pero además influye en la inadecuada disponibilidad de nutrientes, por ej:

Para el correcto metabolismo del hierro y del calcio es imprescindible la presencia de enzimas, sin ellas no es posible que los nutrientes formen parte de la sangre ni de los huesos, y se convierten en suciedad orgánica.
Con respecto a las vitaminas, estas también necesitan de adecuada disponibilidad de enzimas. Forman parte estructural de las enzimas, las coenzimas. Sin enzimas, las vitaminas no pueden aprovecharse. Y por el contrario, con una abundante disponibilidad enzimática se necesitan menos vitaminas.

Con respecto a la vitamina B12, la cocción destruye gran parte de dicha vitamina, pero además para su asimilación es necesaria la correcta presencia de enzimática. También es imprescindible la adecuada actividad bacteriana intestinal.

Siendo la base de la alimentación productos cocinados, las personas tienen las reservas enzimáticas agotadas, por lo que no se logran aprovechar los nutrientes y se incrementa la toxemia y las enfermedades.

Debemos sumar otro hecho, debido al alto consumo de alimento industrializado que se suma a la carencia enzimática, es el alto uso de conservantes. Al ser estos  inhibidores enzimáticos, afectan las enzimas endógenas y exógenas agravando el cuadro de deficiencia.

Uno de los síntomas de carencia enzimática es la falta de energía, que suele compensarse con el consumo de estimulantes (cafeína, etc), esto da una sensación de mayor energía al aumentar el ritmo metabólico, pero incrementa el desgaste enzimático, acelerando el envejecimiento.


Enzimas externas e internas 
(endógenas y exógenas)


El ser humano tiene cierta capacidad de generar enzimas durante su vida (enzimas endógenas), que va disminuyendo con la edad. Las produce para una gran variedad de funciones que le son propias.
Pero también las produce forzosamente, ante la carencia enzimática de los alimentos cocidos.
Por ello, la necesidad de ir incorporando con la dieta alimentos crudos que provean sus propias enzimas (enzimas exógenas), que además de intervenir en el metabolismo de los alimentos, sumen enzimas para otras funciones, ya que el organismo puede almacenarlas.

Algunos alimentos tienen abundante cantidad de enzimas, por ejemplo, las papayas, ananás o piñas, los higos, los germinados o brotes, etc.
También hay una alta carga enzimática en los fermentos como el kefir, chucrut, miso, salsa de soja, etc, de procesos naturales y que no hayan sido pasteurizados.
(Tengamos en cuenta que los productos comerciales están bajo legislaciones gubernamentales, que impiden ser vendidos sin pasteurizar y sin determinados químicos conservantes, destruyendo enzimas y otros principios).

Resumiendo puntos anteriores:
Todos los alimentos que la Naturaleza produce, contienen las enzimas necesarias para predigerirse; pero a partir de los 48ºC, las enzimas comienzan a destruirse. El frío también las inactiva (por ello la conservación en los frigoríficos).
Dado que la cocción destruye las enzimas, al ingerir dichos alimentos, el cuerpo debe recurrir a la reserva de enzimas endógenas para metabolizar los nutrientes.
El ser humano, única especie biológica que cocina sus alimentos, es quién padece obesidad, enfermedades degenerativas y envejecimiento prematuro. Y esto explica por qué no alcanzamos la media vital de otras especies: 6 a 12 veces el periodo de crecimiento (20 años), o sea entre 120 y 240 años

Enzimas y salud


Como venimos comentando, las enzimas son imprescindibles para todos los procesos y funciones celulares, y su carencia influye en los más variados procesos orgánicos.
Intervienen en procesos como la coagulación sanguínea o la síntesis hormonal que dependen de la adecuada presencia enzimática. (Hoy se sabe que la correcta función enzimática interviene en la síntesis del colesterol bueno (HDL), esto permite evitar problemas cardiovasculares).

Hay tareas de desintoxicación que dependen de una correcta actividad enzimática. Hay enzimas capaces de licuar el pus para permitir su drenaje, de ablandar mucosidad en bronquios en personas con síntomas asmáticos.
Enzimas proteolíticas con función antiinflamatoria, incrementando el flujo sanguíneo, mejorando la nutrición y oxigenación, impidiendo la formación de coágulos, reduciendo el dolor y la hinchazón.

En un estudio llevado adelante por el Dr. Gerner sobre 115 personas con 28 diferentes procesos infecciosos en estado agudo, mostraron un incremento del 73% en los niveles de enzimas excretadas en la orina. Durante los procesos agudos, estados febriles y exigencias musculares, el cuerpo utiliza mayor cantidad de enzimas en estos procesos, las cuales son más activas que a temperatura corporal normal. O sea que a mayor reserva enzimática, mayor eficiencia inmunológica y vitalidad defensiva.

En estudios recientes se encontró que en todos los casos de obesidad hay carencia de lipasa. La lipasa descompone la grasa y se encuentra en todos los organismos vivos con contenido graso. (Facultad de Medicina de la Universidad Tufts (EEUU). Estudio a cargo del Dr. David Galton sobre individuos de más de 100 kg de peso).
También se comprobó la falta de lipasa en arterioesclerosis e hipertensión. (Universidad de Stanford (EEUU), a cargo de los Doctores Berker y Meyers). Se encontró un 50% menos de lipasa en personas mayores con arterioesclerosis que en jóvenes, a mayor deficiencia de la enzima lipasa mayor rigidez capilar.

La diabetes está directamente relacionada con la carencia de la enzima amilasa. El Dr. Bassler demostró que el 86% de los pacientes diabéticos examinados mostraban carencia de amilasas a nivel de secreción intestinal. Tras la administración de dichas enzimas, el 50% de los pacientes (que consumían regularmente insulina) lograban controlar el nivel de azúcar sanguíneo sin necesidad de insulina. Esto lo confirmaron Grublers y Myers, administrando amilasas por vía oral o intramuscular sobre pacientes diabéticos y notando la rápida reducción del nivel de azúcar en sangre.
Los síntomas de la hipoglucemia son: fatiga, incapacidad para concentrarse, irritabilidad, dolor de cabeza, confusión, temblores y sudoración fría, y se  confundía este problema con la carencia de vitamina B12. Los pacientes recibían inyecciones de vitamina B12 para aliviar los síntomas.

Las alergias son la reacción orgánica contra algo que ingresa por la sangre, por la piel o por la cavidad nasal. Cuando algo ingresa al organismo de una persona saludable, el sistema inmune reacciona para investigar y eliminar el alérgeno. Esto sucede en forma automática. Al existir suficientes enzimas disponibles, el alérgeno se puede eliminar sin dificultad
En personas con alguna alergia, el sistema inmune interviene, pero no puede responder al llamado al no haber suficientes enzimas para que los glóbulos blancos degraden al alérgeno. Entonces se experimenta la clásica reacción histamínica: enrojecimiento de los ojos o la piel, calor, catarro o dolor.

Las personas con insuficiente nivel de proteasas (enzima imprescindible para la degradación de proteínas), generan en el proceso digestivo muchas partículas inadecuadas que gracias a una mucosa permeable pasan al torrente sanguíneo activando una respuesta inmune a través de antígenos.

Aquellos alérgicos que reaccionan a alergenos presentes en el aire, sabemos que tienen un consumo excesivo de azúcar y carbohidratos. Tienen agotada la enzima amilasa. La amilasa cumple un rol clave en la reacción de las inmunoglobulinas (IgG) bloqueadoras de la histamina. Sin embargo, este tipo de pacientes solo recibe fármacos antihistamínicos.

En los últimos años, (y con aparición de "nuevas enfermedades...¿?"), se diagnostica el síndrome metabólico, semejante a la diabetes tipo II. Los pacientes muestran problemas cardiovasculares, mareos, glucosa alta, entre otros.
Si se observa en profundidad, se verá la deficiencia crónica de enzimas. Solo se determinan los síntomas como el verdadero problema. La ciencia médica no relaciona la carencia de enzimas como la causa.

En el ámbito de la oncología se reconoce la importancia de la actividad enzimática y de las terapias basadas en el aporte de enzimas.
Una adecuada presencia enzimática estimula la necrosis tumoral, se detectan antígenos en la superficie de la célula cancerosa permitiendo su identificación y destrucción, contribuye a deshacerse de los complejos inmunes producidos cuando las células cancerosas liberan sus propios antígenos, alivia los efectos de la quimioterapia e inhibe la capacidad de las células cancerosas de unirse a otras, evitando su diseminación.

A fines de los 80, el Dr. Howell y el Dr. Howard Loomis observaron que el consumo continuo de alimentos cocinados carentes de enzimas no solo ocasionan problemas en la propia persona sino que son transferidos a las siguientes generaciones siendo aún más agudas que en la anterior.

Todo esto confirma porqué hasta hace poco tiempo atrás, solo 50 años nada más, enfermedades como obesidad, cáncer, infertilidad, asma, alergias, enfermedades neurodegenerativas, y principalmente en niños, eran situaciones extraordinarias y en casos contados. ¿Porqué ahora esto está casi normalizado? 
Solo en Estados Unidos nace un niño deforme cada 5 minutos, 250.000 niños al año.
Ya venimos de generaciones consumiendo comida cocida, comida chatarra, envasados carentes de enzimas, etc.
Los Dr. Howard y Pottenger, concluyeron en sus años de estudios que la destrucción de enzimas por el calor provocan enfermedades crónicas y degenerativas.

                      


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(Parte de la información aquí descripta es extraída de papers de Espacio Depurativo (Néstor Palmetti)).